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El año pasado (2024), la UNESCO publicó un informe titulado “Por qué el mundo necesita escuelas felices: Informe mundial sobre la felicidad en y para el aprendizaje”. Este documento destaca una realidad ampliamente conocida pero poco aceptada: en la mayoría de los centros educativos del mundo, el rendimiento académico de los estudiantes suele priorizarse por encima de su bienestar emocional.
El informe propone cuatro pilares para cultivar la felicidad en las escuelas y lograr un equilibrio entre el rendimiento académico y el bienestar emocional: personas, procesos, lugar y principios. Aunque los cuatro pilares son fundamentales, el que más nos llama la atención es el último: los principios. Creemos firmemente que, sin principios sólidos, no puede haber propósitos prósperos.
Los tres principios de una escuela feliz: Confianza, Inclusión y Empoderamiento
1. La confianza
Un centro educativo puede contar con las mejores instalaciones y programas académicos, diseñados para garantizar el éxito en todos los aspectos de la vida. Sin embargo, si los docentes y el personal no logran ganarse la confianza de los estudiantes, todo lo anterior pierde sentido.
El informe de la UNESCO es claro: los estudiantes deben sentirse seguros para expresarse, cometer errores sin ser juzgados o etiquetados. La tradicional clasificación entre “buenos” y “malos” estudiantes, tanto en términos académicos como de convivencia, está erosionando la confianza de los alumnos en todo el mundo. Como resultado, los estudiantes no ven en sus docentes figuras inspiradoras que les motiven a aprender.
La confianza es tarea de toda la comunidad educativa en las escuelas felices
En las escuelas felices no solo los docentes deben trabajar para ganarse y cultivar la confianza de los estudiantes; esta es una responsabilidad de toda la comunidad educativa. Los estudiantes deben percibir y experimentar relaciones sólidas de confianza entre los maestros, los padres y los estamentos directivos. Una comunidad unida por principios y valores, y no por intereses egoístas, es el entorno ideal para fomentar los otros dos principios: la inclusión y el empoderamiento.
2. La inclusión
Aunque los tres principios están interconectados, creemos que la inclusión florece más fácilmente en entornos donde ya se ha establecido la confianza. La inclusión es un concepto que está ganando relevancia en el discurso educativo, pero es urgente llevarlo a la práctica de manera concreta. Muchas escuelas cuentan con políticas y manuales de convivencia que parecen inclusivos, pero no siempre se traducen en acciones diarias.
Haciendo posible la inclusión
Lograr la inclusión en las escuelas felices no es tarea fácil, especialmente en un proceso educativo donde los resultados no son inmediatos. Sin embargo, es posible educar personas con actitudes inclusivas. Un ejemplo inspirador es el modelo italiano de educación inclusiva (Ley 517), que demostró al mundo que es necesario cambiar las estructuras educativas para que la inclusión sea una realidad.
3. El empoderamiento
El empoderamiento permite que los miembros de una comunidad educativa sean los protagonistas de su propio aprendizaje. Esto implica que las metodologías utilizadas en los centros educativos deben estar diseñadas con este propósito. Lamentablemente, en muchos casos, las metodologías tradicionales colocan al docente en el centro del proceso, dejando a los estudiantes en un papel pasivo.
Sin autonomía no hay empoderamiento
La autonomía es un valor indispensable para el empoderamiento en la comunidad educativa. Enseñar a los estudiantes a desarrollar un pensamiento crítico es fundamental para que reconozcan su propia voz y la de los demás. Además, deben participar activamente en la toma de decisiones sobre cómo mejorar la enseñanza y el bienestar escolar. Esto es, en esencia, empoderarlos en su propio proceso de aprendizaje.